Un mandala es básicamente un círculo, es la forma perfecta, y por ello nos representa el símbolo del cosmos y de la eternidad. Nos representa la creación, el mundo, el Dios, el ser humano, la vida. Podríamos decir que todo en nuestra vida posee las formas del círculo. Desde el universo (el sol, la luna, los planetas) hasta el esquema de toda nuestra naturaleza, los árboles, las flores, entre otros, todos siguen una línea circular.
El mandala es una puerta hacia la institución más íntima del ser humano. Representa la condensación ordenante del universo. Mediante su diseño, contemplación y meditación el ser humano accesa con lo espiritual y se hace parte del todo armonioso, trascendiendo sus limitaciones presentes y las ataduras a su mundo material y conceptual.
El mandala es un círculo “mágico” con efectos relajantes que actúa sobre nosotros armonizando nuestro mundo interior con el exterior.
Entre otros elementos un mandala es: experiencia; estructura universal, no pertenecen a nadie pero es de todos; movimiento; convergencia y divergencia; conocimiento; meditación, medi-tación, gira alrededor del medio. Es curación, creación, un círculo mágico o símbolo milenario.
Su historia
Mandala significa “círculo” en sánscrito, una lengua clásica utilizada en algunas zonas de la India hace más de 2.300 años. También puede traducirse como “rueda” o “totalidad”. Representa la integridad y el todo, y espiritualmente está considerado como un centro de energía, equilibrio y purificación que ayuda a transformar el cuerpo y la mente. Los mandalas son utilizados desde tiempos remotos en la India y desde allí se propagaron a otras culturas orientales y a los aborígenes de Australia. En la prehistoria, el círculo ya tenía carácter sagrado y se ha repetido con frecuencia en las primeras construcciones del hombre.
Aunque hay muchos ejemplos, el círculo megalítico de Stonehenge en Inglaterra es quizás la manifestación más conocida. Desde entonces se ha venido repitiendo en otras muchas manifestaciones artísticas, culturales y arquitectónicas como por ejemplo el calendario de piedra inca o el maya, el azteca o el popular símbolo chino del ying y el yang. Al mismo tiempo, el círculo también es la forma predominante del reino animal, y desde los átomos a los planetas se viene repitiendo incansablemente desde el principio de los tiempos hasta la inmensidad del universo.
Su origen
El primero en usar la palabra “mandala” en occidente fue el psicoanalista suizo Carl Jung (1875-1961). Jung afirmaba que los mandalas representan el mundo y la totalidad de la mente, incluyendo su parte consciente y subconsciente. Su primer mandala lo pintó en 1916 y llegó a dibujar uno diariamente, para reflejar el significado de sus sueños y “la situación interna del momento”.
Para los Occidentales la reintroducción popular del Mandala se inicia con Carl G. Jung, quien redescubrió el Mandala como un recurso estructural básico en la tradicion alquímica del Oeste, y como una forma artística terapeútica integrativa creada por los pacientes en su propia búsqueda de individuación.
El mandala surgió en la India y en sánscrito quiere decir círculo. También se encuentran representaciones geométricas simbólicas en otras culturas como las de los indígenas de América Latina (aztecas o incas) o los aborígenes de Australia. Son figuras que se pueden encontrar en la naturaleza como una tela de araña o una gota de lluvia, que más tarde fueron copiados por los seres humanos.
Mi mandala
El mandala adquiere su significado de acuerdo al color con el que individualmente nos sintamos identificados e inspirados a pintarlo. Refleja mediante los colores parte de nuestra personalidad y parte de nuestra forma de ser para con nuestros contemporáneos.
Creo mi mandala evoca varias de las características del arte dancístico. Cambio, movimiento, perfección, belleza, sinceridad y entre otras cosas fortaleza histórica.
Creo es algo complicado, dejo el mandala hable por mi y por cada una de mis actividades que están muy relacionadas con los colores aquí expuestos.
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